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Percibo, sin dudarlo demasiado, que mi dirección es única. Transito a lo largo de un interminable momento en el presente sobre de un camino que aparenta ser recto, curvilíneo, mas constante; regalándome la ilusión de que existieron palabras pronunciadas o proferidas por mí en el pasado y que, por ende, hay otras que serán proferidas o pronunciadas en el futuro. Y la duda me asalta: ¿Es ésta en realidad la dirección que mis pasos siguen, de una letra a la siguiente? ¿Dónde es que existí, si es que en algún momento pretérito existí? ¿Y dónde existiré si es que tal instante en el futuro llegase a mí?  ¿Podría ser factible que me estuviese dirigiendo sin saberlo, sin percibirlo, hacia algún otro sitio, un espacio distinto de esta realidad que me envuelve y me convence sólo por su constancia, su permanencia? ¿Quién es entonces Pertinaz? ¿Yo, o la naturaleza que me envuelve, insistiendo con cada letra que no existe otra realidad más que ésta, que no existe otra dirección más que ésta? Y si mi dirección fuese distinta, ¿cómo podría ser? ¿Seré en realidad una imagen inmóvil fija en el espacio?  ¿Será esta sensación de movimiento una ilusión también? Es cierto: Creo y percibo estar en constante movimiento alrededor y a través del espacio que concibo como disponible; mas nada garantiza que me encuentre en movimiento.  Parece que avanzo, pues me percibo cambiante, cambiando, evolucionando, mas no necesariamente estoy en movimiento.  Puedo ser, sin duda, una entidad fija, inmóvil, alimentada por la ilusión de un movimiento constante: un presente imaginado. Un instante perpetuo. ¿Cierto, o no? Y si fuera distinto, es posible que me encuentre en movimiento mas no en una sola dirección.  ¿Podría estar yo avanzando en múltiples direcciones sin realmente percibirlas? Múltiples futuros danzando frente a mí y yo eligiéndolos todos ¡TODOS! más únicamente capaz de percibir uno de ellos, que sería éste, ahora, en el cual esta palabra exacta, precisa existe. ¿Dónde podrían radicar esos otros yo,  los que han decidido no elegir la letra siguiente? ¿Será este universo aún más amplio de lo que soy capaz de concebir? ¿Y cómo es que soy capaz de imaginar o concebir estas posibilidades? ¿De dónde provienen estos pensamientos que van entrelazándose, formando nuevas frases, diversas oraciones, semillas de otras semillas, ideas de otras ideas? ¿Será que algo, alguien, va colocando estas palabras aquí frente a mí? ¿Será que las palabras mismas sugieren cuál debería de ser la palabra siguiente? Puedo añadir una palabra o frase al discurso que ninguna relación tenga con su contenido. Telepanto de Referendo. ¿Y qué se logra con ello? ¿Acaso la composición se ve afectada por la intrusión de un breve caos? ¿De qué habla aquí la composición, o las miles de ellas que omitieron aquella frase incomprensible? ¿Alguna habrá encontrado una verdad absoluta, irrefutable, durante su trayecto?  Pensarlo resulta inútil.  Si algo puede ser enteramente verdadero, es muy probable que no pueda y no deba expresarse con palabras, pues otras palabras vendrán inevitablemente a cuestionarlo, traducirlo transformarlo. ¿Será posible, entonces, afirmar que expresar ideas es invariablemente incurrir en verdaderas contradicciones?