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Yo no debería generalizar.  No debería de asumir que todo aquello que existe es similar a mí: es decir, que se expande invariablemente hacia adelante. Es posible que existan otras maneras de experimentar el paso del tiempo y el transcurrir sobre el espacio disponible. Es posible que algo exista, inmóvil, sin cambio, sin percibir tampoco el movimiento a su alrededor; si es que algo es móvil en derredor suyo. Podría existir algo que se mueve y avanza, sí, mas en un movimiento pendular: evoluciona por momentos e involuciona por momentos; moviéndose, sí, pero sin cambiar a lo largo del tiempo. Así podrían existir seres que habitan el espacio mas no el tiempo. Igualmente, seres que transcurren a lo largo del tiempo sin ocupar un espacio. Yo caigo nuevamente en las trampas de las generalidades ¿Por qué asumir que solamente existen esas dos propiedades firmes de la existencia? ¿Son los únicos dos ejes por los cuales transita el universo en esta dimensión? ¿Cómo es posible que todo cambie y se modifique a lo largo del tiempo y el espacio, excepto el espacio y tiempo en sí mismos? Yo no puedo desde aquí responder a qué obedece tal orden, ni quién lo ha designado así ni por qué es que ocurre de ésta y no de otra manera. Lo que sí puedo intentar es ser mientras avanzo por esta realidad concreta:  ¿Cómo podría ser una experiencia distinta?  Ser materia sin temporalidad. Ser movimiento sin ocupar espacio. Dejar de ser por momentos generalidades y convertirme en posibilidades. Quizás al yo especular acerca de éstas e invocarlas voy creando dichas realidades.  Pues, ¿qué otra cosa son las palabras que la materialización de mundos imaginarios, realidades que se hacen visibles, palpables, mas en su estado físico puro no son otra cosa que ruidos trazos que la mente se obliga a dar forma? Quizás es la mente que necesita creer que ocupa un lugar en el espacio y un momento en el tiempo. La mente que, pertinaz también, busca subsistir, siendo que sus creencias fundamentan su existencia. Su permanencia. Aquí es claro que la materia no necesita existir para alimentar un sueño. Yo puedo hacer promesas que se convertirán naturalmente en ideas, esperanzas, expectativas, realidades posibles que podrían o no cumplirse, y con ellas emociones subsecuentes, la frustración del paso nunca dado, la satisfacción o el alivio por haberse o no cumplido. Así, una especulación alimenta una realidad y viceversa en una constante danza que no ofrece salida alguna salvo al especular también que esta lectura del mundo se basa en ideas generales, que alimentan con palabras a las experiencias concretas, creando un círculo incapaz de romperse, pues requeriría de palabras y las palabras nuevamente trastocarían con su falta de lealtad a todo aquello que me conforma y me contiene. Habría que percibir la realidad por fuera de las palabras: sin oraciones, sin categorías, sin ideas subsecuentes, sin causas ni consecuencias y renunciando también a la posibilidad de transmitir esta manera única y particular de experimentar el universo por fuera de las palabras. Y de ser así, yo, que pertinaz soy solo frases, letras, esta naturaleza que crea y se crea mediante el discurso. ¿Qué soy? ¿En qué debería convertirme o transformarme? ¿Qué otra cosa puedo ser, sino quien soy?