I
De la naturaleza del mundo que me conforma, me compone y me rodea, lo ignoro todo. Apenas soy capaz de inferir y atisbar determinadas consecuencias a partir de ciertas causas. Por ejemplo, sé que no debo permanecer avanzando en línea recta, sino que debo girar sobre mis pasos de vez en cuando con la finalidad de continuar ocupando un lugar dentro de este tiempo y este espacio. Sé que de no hacerlo cuidadosa y atentamente, terminaría por abandonar esta experiencia antes de tiempo. Forzaría su conclusión. Impondría su culminación. Sin embargo, al moverme siguiendo esta trayectoria tan llena de curvas súbitas y sutiles, voy desarrollando imágenes cuya naturaleza me es imposible percibir. Por ejemplo, sé que al colocar esta palabra precisa, aquí, estoy influyendo en el espacio vacío, y sin duda, creando imágenes que existen más allá del discurso, más allá de las palabras que van siendo, proferidas a lo largo y ancho de la composición. Me pregunto, ¿qué imágenes secretas e invisibles para mí se van creando en el espacio vacío que transcurre entre cada una de mis palabras? ¿Qué imagen forma esta oración más allá de una línea que persigue diversas formas sin pretender ser una sola? ¿Se formarán caracteres incomprensibles para mí, mas plenos de significado para algo o alguien más? ¿Seré yo y mi ilusión de estar siendo pertinaz tan solo una herramienta para que otros símbolos se manifiesten? ¿Es solamente un vehículo para que algún ser, en otra dimensión, transmita pensamientos o información en una lengua diferente de la mía? Incapaz de comprender la verdadera y última razón por la cual estoy aquí pronunciando este discurso de esta manera, percibo asimismo la necesidad de continuar, permanecer, persistir, insistir necia o tenazmente colocando la letra siguiente, la palabra siguiente, la frase que sigue y persigue a la siguiente, ignorando si entre mis oraciones ya se habrá formado a su vez, aquella imagen capaz de revelar mi objetivo fundamental o la razón de mi existencia. Quizás ya se ha revelado entre mis pasos aquella palabra, letra o idea que me otorgaría la certeza de que estos pasos han sido valiosos o necesarios para la evolución de este universo, tan fácil de transitar y tan difícil de comprender. ¿Y si ya he concluido mi labor, si ya he culminado el objetivo que me fue designado? ¿Qué es lo que sigo haciendo aquí, colocando esta palabra y esta otra más? ¿Por qué no puedo simplemente cesar? Necesitaría renunciar a la vida en su totalidad o solamente a la capacidad para inteligir, enlazar palabras, proveer significados. En todo caso no parece ser mi voluntad la que se encuentra en juego. A cada palabra va revelándose lentamente el hecho de que no soy yo quien decide cuál será la palabra siguiente, que formará la frase siguiente. Pareciera ser que existe una fuerza motora incomprensible para mí, difícil de definir, que elige y coloca la palabra siguiente, dejándome con la certeza de que no poseo influencia alguna sobre el desarrollo del discurso, y que soy más bien una especie de mecanismo que permite la existencia de las interacciones físicas necesarias para la existencia del texto, de la composición. Quizás del universo como un todo, pues nada puede garantizar con certeza que todo este mundo visible, de hecho, se encuentra fuera de mi propia imaginación.