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He de reconocer que muy a pesar de mi precaria condición de ser esta trayectoria particular, esta secuencia de palabras torcidas y mi cualidad de movilidad inmóvil, mi existencia es afortunada. No temo a grandes peligros, pues reconozco que el más grande de todos ellos es el desaparecer por completo, mas intuyo que he de compartir esta misma cualidad con muchas otras especies, incluso con el universo en sí mismo, el tiempo y el espacio. Sin embargo, debo reconocer que seguramente existe algo o alguien mucho más diferente de mí, con angustias o temores mucho mayores que aquellos que por mi naturaleza me corresponden: Seres que temen a la posibilidad de un dolor intenso, ya sea físico espiritual o emocional. Seres incapaces de vislumbrar que su única necesidad real es el sustento y la capacidad misma de seguir andando hacia el frente, sin pretender modificar el pasado, ni esperando modificar el futuro. Seres que han optado por vivir dentro de los laberintos del miedo y otros más ciegos a vislumbrar que la claridad es posible gracias a la oscuridad. ¿Es o será justo entonces que ciertas experiencias y sus manifestaciones físicas sean más dolorosas que otras? ¿Es justo que un ser por sus cualidades propias o las condiciones de su expansión a través del tiempo y el espacio sufra más o goce más o ignore más o conozca más que otro? Toda tiene parecido a otras cosas en este universo por mayores que sean sus similitudes físicas, psíquicas o espirituales, de la misma forma en que una idea, preferida utilizando la misma secuencia de palabras, siempre será entendida e incluso expresada de manera diferente. Nada puede ser justo, entonces, salvo quizás el espacio disponible sobre del cual coloco, Pertinaz, cada una de estas palabras, procurando ceder un poco de espacio con cada uno de mis movimientos con la sola finalidad y esperanza, de que en el momento exacto donde el espacio me resulte insuficiente, volveré sobre mis propias palabras y abriré la posibilidad de recorrer en el sentido inverso mi propia trayectoria, permitiendo que el espacio justo con el cual antes contaba, de cierto modo se expande, se extiende y me permite continuar avanzando incesantemente. Y nada puede calificarse entonces como justo, pues por un lado no es posible equiparar dos experiencias por similares que aparenten ser, y por otro, pues cualquier espacio, tiempo y momento que aparente ser justo, puede, si se conoce su mecanismo, abrirse, expandirse de manera que nunca se convierta en un callejón sin salida, un corte abrupto, un final inesperado, sino por el contrario, en una salida discreta, un pasadizo que discurre a través de una grieta, una rama que se transforma en raíz para permitir la aparición de nuevos e inesperados frutos, un árbol crece donde otro árbol muere. ¿Quién y cómo es que una cosa cede espacio para que otra se desarrolle, surja o crezca? Yo desconozco este misterio insondable de la naturaleza, y veo a su vez con cierta claridad, cómo es que opera su mecanismo sin comprenderlo. Las ideas nuevas desplazan a las decisiones anteriores, más ninguna de ellas pierde vigencia ni se desvanece totalmente, la justicia también como concepto es posible que sirva a alguien de alguna manera para definir o contrastar su realidad. Aquí resulta inútil, excepto como pretexto para elaborar este discurso, lo cual comprueba, paradójicamente, su utilidad.
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